Apuntes desde una sombrilla...
Levanto la vista. Cierro por un
momento el libro marcando previamente la página por la que voy. Aparco mi
imaginación por un instante. El mar de frente. Miro a mi alrededor. Y observo
cómo hay veraneantes que además de desconocer cómo se ha de hincar el palo de
la sombrilla en la arena para que ésta no salga volando a la menor de cambios,
tampoco parecen saber del proceso intermitente de las mareas. Con frecuencia
mal ubicados, se pasan la tarde arrastrando las toallas con los enseres encima
y cambiando de sitio la sombrilla a medida que el agua, ascendente, les
alcanza.
De padres a todas luces tan
primerizos como mayores para el niño que cada tarde traen a la playa –y
ahora acaban de llegar-, lo más llamativo es la actitud de ambos,
permanentemente de pie y dedicados a la exclusiva tarea de estar pendientes del
pequeño. Pero no en un tono vigilante sin parecerlo. No. Él permanece con los
brazos hacia atrás y las manos entrelazadas –a veces con un cigarro encendido-,
sin perderle de vista. Ella camina siempre pegada al niño, encauzando y
corrigiendo cada movimiento que éste efectúa. La merienda es de igual forma: la
madre, bocadillo en mano tras el niño. Afortunadamente el pequeño dispone de la
suficiente iniciativa e hiperactividad como para compensar con creces el
asfixiante comportamiento de sus improbables progenitores. ¿O es al revés? En
cualquier caso, no le dan respiro. Y por tanto, tampoco se lo dan a si mismos.
Una interesante mirada cruzada con
alguien más allá, a mi izquierda, me constata que nadie se sabe más bello que
quien, sospechando que lo es, sorprende a quien con admiración le contempla. Y
es que seamos como quiera que seamos, ante la belleza nos plegamos sin remedio.
Quedamos totalmente desarmados. Incluso sospecho que somos más permisivos y
tolerantes con la gente que nos resulta atractiva.
Los gorriones hacen de pronto su
aparición en pequeños grupos. Pululan dando saltitos sobre la arena mientras
buscan algo que llevarse al pico, abierto hasta la exageración a causa del
calor. Saben que es costumbre entre los humanos el dejar rastros y restos por
donde quiera que se aposenten.
Entretanto, y ajenas de momento a
una labor similar porque también conocen la dejadez humana, las gaviotas,
siguiendo su exclusivo protocolo, sobrevuelan en formación por encima de los
ocres acantilados y bajo un cielo azul celeste increíble, anunciando, como cada
tarde, la proximidad de la puesta del sol.
Al bajar la vista le veo. Por la
orilla pasa una figura que me es familiar. Como cada verano, al menos una vez,
nos cruzamos caminando por la playa, aunque hoy no haya sido así. Parece
gustarnos el mismo paisaje. El mismo lugar. Nunca intercambiamos palabra
alguna. Aún reconociéndonos. Tampoco sé la voz que tiene. Y aunque mantiene el
mismo brío de siempre al andar, veo que ha puesto peso. Ahora también, dónde
hubo un negro azabache de abundante y grueso cabello, pintan algunas canas...
lo que me recuerda el inexorable paso del tiempo por cada uno de
nosotros.
Vuelvo a retomar el libro justo
donde lo dejé para leer: “… una vez más, en los tiempos tumultuosos en los que
vivimos, el autor nos hace huir de la realidad a través de una historia de
amor… (Como si el hombre pudiese vivir sin eso)”. Como si el hombre
pudiese vivir sin eso –repito una y otra vez por dentro, mientras mis
párpados se pliegan incapaces de luchar contra el sopor que poco a poco me va
invadiendo…
©narbona
5 comentarios:
Esas playas dónde nos gusta perdernos para encontrarnos eh? :)
Costumbrismo real, sin florituras, me gusta mucho esta forma de escribir. Muack!
Con que de playita, eh?
Ya mismo estamos por ahí pululando y dando saltitos como tus gorriones.
Al margen de esta ráfaga de optimismo, los ojos con que captas el entorno nos transporta al tiempo que nos invitas a reflexionar, y eso a mi me parece bueno, muy bueno llenando de significado a los que te leemos.
Saludos literarios narbona.
Inma Valdivia
Ya te lo dije, y hoy me reafirmo: me encanta tu forma de escribir. Es un don que se tiene, pero que hay que cultivar y eso lo sabes hacer muy bien.
Un beso-
Precioso, como siempre.
@Monkeastman
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